El verdadero sentido del Apocalipsis

Ante esta pandemia necesitamos de una sincera esperanza apocalíptica. En estos tiempos corren innumerables ríos de tinta con reflexiones que nos arrebatan el verdadero sentido del Apocalipsis. Han convertido el mensaje de la esperanza más profunda, la que supera toda desesperanza, la que decreta la certeza de la victoria final de la vida sobre la muerte y de la luz sobre la oscuridad, en una triste narrativa de terror y fracaso. Apocalipsis significa literalmente: revelación. En los tiempos de mayor desolación, donde la muerte parecía tener la última palabra, y en donde el mal aparentaba prevalecer, ahí se presenta la revelación de Dios en su promesa absoluta de nunca abandonar a sus hijos e hijas, y donde se expresa la incontenible fuerza de un Dios de la vida que nos habrá de ofrecer un día nuevo, y para ello nos llama a la conversión profunda, y a la confianza absoluta que pide actuar en consecuencia con el proyecto de Reino. 

La promesa de Dios asegura que el mal y la muerte injustificada no tendrán, jamás, la última palabra, por más que parezca que hayan llegado a la cúspide. La promesa de Dios en el Apocalipsis es la culminación del Evangelio en el que la promesa de un Padre-Madre todo amoroso nos asegura que está con nosotros hasta el final de los tiempos, y ese final será uno de luz y de esperanza, por tanto, por ningún modo esto puede ser un final. 

Esta pandemia es una invitación a creer irremediablemente en este Dios creador, y en su promesa de acompañarnos, asumiendo nuestro propio papel de cocreadores, hasta salir adelante de esta situación en clave de esperanza. Porque:

Ésta es la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres. Acampará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desparecido. Y dijo el que estaba sentado en el trono: Yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de confianza (Apocalipsis 21, 3-5). 

 

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